viernes, 31 de agosto de 2012

Libertad ajena

"La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo."
(Gustavo Adolfo Bécquer) 
Y es así como de nueva cuenta te demuestras tan libre, tan sin importar lo que los demás piensan. Esa libertad fue lo que me atrajo pero también lo que en ocasiones me ahuyenta. Y es que diría Chavela Vargas "No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre ése es el precio que tienes que pagar: la soledad". Tan fácil como es asimilar que nadie te pertenece, pero ese sentido de pertenencia es lo que termina construyendo, para bien o para mal, un vínculo entre los afectos y las palabras. Supongo que eso de la soledad en la libertad, como bien lo dijo Chavela, se convierte a la larga en una especie de idolatría de sí mismo pues no se es lo suficientemente humilde para mostrar interés por la compañía del otro. Quizá, en ocasiones te preguntes si esa soledad valdrá la pena a cambio de preservar dicha libertad ¿En realidad lo vale? La valía, colocar en una balanza aquello que tiene importancia, resulta engorrosa al momento de poner por encima tus prioridades de las de los demás, por ello escoges estar solo. Si es así, es correcto, pero no esperes que al final de tu historia ésta se cuente con gran alegría y entusiasmo pues el único que la conocerá serás tú, he ahí el precio de tu elección.

1 comentario:

  1. Al final, las noches sin dormir y las profundas ensoñaciones son tuyas, tu eres quien percibe el fresco aroma de la hierba, tu eres la que se encoge con el pesado abrazo del fantasma del frio, habrás sido tu la que pudo mirar la intensidad de la vida a través de las gotas de lluvia cruzando el haz de luz del solitario faro callejero, habrás llegado a la cima y mirado cual águila en templanza como en misterioso baile, la desgracia, la piedad y la felicidad entretejen a sus hilos. Después de una noche de ruidos extraños, de sueños intensos, no es otra persona sino tu quien siente el final de tan extrañas proyecciones al calor y aroma seductores del café. Los solitarios, no se reservan ningún espacio del mundo, es más bien que las delicias de ahogar los sentidos en tan próximos ambientes son desperdiciadas por el resto de la gente, como tan fácil se olvidan lo imponente que es la respiración diaria o la imagen suspicaz de ellos mismos respetando a otros. Al llegar la soledad absoluta al rendirme a no más tormentos que los míos, recuerdo las almas de quienes he querido y de aquellos a quienes he enfrentado, pidiéndoles fortalecerme, sostenerme y que alejen de mi la mentira y la corrupción. Es mejor esperar en cada noche, que la unión de las emociones con las palabras, sea para demostrar que no somos los últimos verdaderos seres humanos. Nunca la humildad ha de faltar en quien es capaz de percibir esa profunda conexión entre cuerpo, tiempo y espacio, aunque no se es parte del la vida de otro, se puede disfrutar de con él o ella, de esta solemne experiencia común, mas nunca podremos transferir la bella naturaleza de nuestras conmociones personales.

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